Obras maestras

Se trata sobre todo de la obra de un artista genial, que ha sido absorbido por el espíritu de la época de tal forma que su experiencia personal se convierte en universal.
Clark, Kenneth (1979): What is a Masterpiece?

miércoles, 30 de julio de 2014

Sobre la Utopía



Pelayo C. A.

Índice:

·        Etimología. De la Atlántida a Aristóteles
·        El Estado ideal y los Doctores de la Iglesia. San Agustín y Santo Tomás de Aquino
·        Utopía. Tomás Moro
·        Sistemas plebiscitarios. De Rousseau a Marx. Nietzsche y el Irracionalismo
·        Conclusión y Valoraciones. La Utopía utópica





·        Etimología. De la Atlántida a Aristóteles
El término utopía nace de la pluma de Tomás Moro. Éste lo define a lo largo de la obra que lleva el mismo nombre como un sistema perfecto de equilibrio social y político creado por humanos y para humanos.
Aunque el término tenga connotaciones positivas destinadas a la mejora de la sociedad, si atendemos a la etimología (nolugar), se trata de un lugar inalcanzable, un Estado imposible, un ideal del todo irrealizable. Hoy en día, cuando decimos que algo o alguien es utópico nos referimos al significado puramente etimológico.
Aunque el término es relativamente moderno, la idea del Estado ideal ha sido una constante en la historia de la literatura y el pensamiento humano en su conjunto.
Ya nos hablaba Platón (427-347 a.C) en los diálogos de Timeo y Critias sobre la Atlántida. La Atlántida era un Estado situado en medio del Mar Atlántico que fue inundado posteriormente por las aguas del mismo. Independientemente de la veracidad de los relatos de Platón, estos diálogos describen una sociedad ideal cuya geografía, organización y gobierno son modelo a seguir para el filósofo.
Estas obras pertenecen a la última época del autor, donde se preocupa más por la cosmología y la historia, aunque nunca deja de lado el pensamiento político. Este pensamiento se caracterizará en esencia por la división de la sociedad en funciones a priori simplificadas: el pueblo como productor, el guerrero como protector y el gobernante como eje central de administración y buen hacer.
Este sistema se desarrollará positivamente si el eje central o gobierno reside en la Aristocracia, entendida como el ‘gobierno de los mejores’, y no la degradación posterior u Oligarquía.
Posteriormente, Aristóteles (384-322 a.C) hablará por primera vez de Justicia Social. Ésta se obtendrá con la consecución de la polis y el buen hacer del zoon politikon[1]. Sin embargo, para este filósofo el mejor sistema es la Democracia ateniense, siempre y cuando no degenere en una Demagogia.
En definitiva, vemos como en la Antigüedad Clásica los filósofos ya ansiaban un Estado ideal, cuya consecución y organización, aún teniendo puntos de vista diferentes, tendría que ser obra del hombre.


·        El Estado ideal y los Doctores de la Iglesia. San Agustín y Santo Tomás de Aquino

Tras la expansión del Cristianismo, las formas de idealización del Estado cambian, ya que cambia también la concepción del mismo.
Será San Agustín de Hipona (354-430) quien plantee el Estado (y también la historia) como lucha, una lucha constante entre los que aman a Dios por encima de todo y los que se aman a sí mismos por encima de Dios. No es casual que elija para estos dos grupos los nombres de Ciudad de Dios y Ciudad Terrenal. A nivel de lengua, vemos como la firma de Platón subyace en De civitate Dei[2], ya que la virtud y el buen hacer humanos (partiendo del libre albedrío) son el camino para llegar a Dios y para alcanzar el Estado ideal.
Algunos siglos después, Santo Tomás de Aquino (1224-1274) enlazará la metafísica y la política (y por ende la concepción del Estado ideal) de una manera magistral, a través de la última y más importante de sus cinco vías[3]. Ésta parte del comportamiento ordenado de los seres naturales, estableciendo a Dios como inteligencia ordenadora.
Esta ordenación se llevará a cabo mediante la imposición de la ley eterna, que regula con la ley física a los seres irracionales y con la ley natural a los hombres, posibilitando su libertad. Sin embargo, los preceptos de la ley natural son demasiado generales y deben ser concretados mediante la ley positiva –las leyes que regulan una sociedad-. La ley positiva debe ser una prolongación de la ley natural, si no es así, existe el derecho a desobedecer.
En línea con Aristóteles, para Santo Tomás las mejores formas de gobierno son: la Monarquía, la Aristocracia y la Democracia, siempre que respeten la ley natural al hacer sus leyes positivas.
Tanto con San Agustín como con Santo Tomás vemos la continuación del proyecto platónico-aristotélico de la consecución del Estado ideal, aunque desde un punto de vista propio del Cristianismo, donde se ensalza la figura de Dios como ‘dador de leyes’, las cuales deben ser únicamente matizadas y respetadas por los hombres.


·         Utopía. Tomás Moro

El término utopía, como decía al principio, nace de la pluma del humanista Tomás Moro (1478-1535). Este mártir del Catolicismo retomó el concepto de Estado ideal para luchar contra los desmanes y excesos de Enrique VIII (lo cual le causó la muerte), además de para animar a los grupos intelectuales humanistas que planteaban reformas políticas y sociales para la mejora de la vida terrena.
Es importante el contexto cultural, ya que es esta corriente del Humanismo la que influye a Moro a la hora de plantear una obra mucho más práctica a nivel político que la de San Agustín o Santo Tomás. El grueso de De optimo reipublicae statu, deque nova insula Vtopiae[4] tiene un carácter antropocéntrico y pragmático, retomando así la idea aristotélica del hombre como fin en sí mismo, como único posible autor de ese Estado ideal.
En esta obra se habla de una república presidida por un príncipe intelectual, una educación basada en la desafección por lo material y el gusto por lo cultural, y la idea del consenso social y el no egoísmo. Sin embargo, y a pesar de la ‘perfección’ de la República de Utopía, sus ciudadanos no pueden oponerse a la evangelización:
<<Sea como sea, el caso es que muchos abrazaron la fe cristiana y recibieron las aguas del Bautismo, no pudiendo hacer otra cosa porque de los cuatro que estábamos allí ninguno era sacerdote>>
Entendemos pues, que la consecución de la Utopía necesitará siempre de unos valores católicos, ya que si no ésta puede desvirtuarse. Esta idea será reforzada por manuscritos posteriores, en los que arremete directamente contra Enrique VIII en defensa de la Iglesia de Roma.
Tomás Moro es sin duda una síntesis de todo el idealismo político anterior, toma ideas como el consenso democrático de Aristóteles a la par que el gobierno de aristócratas de Platón. Vemos como ambas posturas no son del todo opuestas, pues puede haber un consenso ciudadano y un gobernante filósofo que atienda con prudencia y virtud las demandas del pueblo.
Por otra parte, a pesar del punto de vista antropocéntrico, ensalzará la figura de Dios como dador de sentido y moral a la vida. Aquí encontramos las ideas de libre albedrío (San Agustín) y ley natural (Santo Tomás).


·        Sistemas plebiscitarios. De Rousseau a Marx. Nietzsche y el Irracionalismo
En el siglo XVIII, período histórico conocido como Ilustración o Siglo de las Luces, el racionalismo vital, político y social será lo predominante. Montesquieu ensalzará el valor de las leyes, Voltaire criticará a la Iglesia por su degradación progresiva a lo largo de la historia y será Rousseau (1712-1778) el que plantee de nuevo el Estado ideal mediante su obra El Contrato Social.
En esta obra se establecerá una relación de proporcionalidad entre poder político, la voluntad del sujeto colectivo (el ciudadano que busca el bien común por encima de sus egoísmos personales) y la armonía de la libertad humana con los dos elementos anteriores.
Será ya en el siglo XIX cuando estos proyectos idealistas, donde incluimos también la paz perpetua de Kant, fracasen. Europa, tras el breve paréntesis de la Revolución francesa (1789), vuelve a los absolutismos a pesar de las revoluciones venideras (Revolución de 1848).
Será este racionalismo idealista fracasado el que lleve a los irracionalistas como Kierkegaard y Schopenhauer a cuestionarlo todo. El nivel de este cuestionamiento alcanza su máximo con Nietzsche (1844-1900).
La obra de este filósofo, que anuncia la muerte de Dios, no deja de ser el reflejo de una sociedad enferma y agotada, que ya no tiene esperanza en alcanzar la Utopía de Moro. Para Nietzsche, el hombre que ha esperado la consecución de algún proyecto idealista es un hombre débil, pues se basa en la moral tradicional. Esta moral hace incapaz al hombre de conseguir lo  inexistente, la utopía, pues es limitado por su propia forma de pensar y por el conjunto de la sociedad.
Sin embargo, su proyecto de superhombre es tan utópico como la propia Utopía, ya que establecer un sistema de evolución humana sin especificar intervalos temporales o procesos, salvo por metáforas que él mismo critica (camello, león y niño), no deja de ser un idealismo irracionalista, pero un idealismo al fin y al cabo.
Esta lucha contra lo establecido será llevada a nivel económico y político por Karl Marx (1818-1883). Su crítica a la Superestructura capitalista le llevará a plantear un proyecto, por qué no decirlo, de carácter utópico. Este proyecto se asentará en el principio de Justicia Distributiva (modelo social comunista), aunque a la larga, la no competitividad a nivel económico e intelectual y la eliminación del elemento Dios (idealista pero necesario, como diría Hume), producen una distopía o negación de la utopía. Esta idea será tratada por George Orwell en la novela 1984.


·        Conclusión y Valoraciones. La Utopía utópica
El Estado ideal, la Utopía, lo inalcanzable…muchos son los sustantivos y adjetivos que hacen referencia a una misma idea, la limitación del ser humano. El ser humano quiere alcanzar un ‘no’ inalcanzable.  El no en sí es una negación, la nada. Cualquier persona racional no perseguiría un no por su carácter inaccesible, y sin embargo los mejores pensadores del mundo lo han hecho. ¿Por qué? ¿Irracionalismo?
La no consecución de una aparente negación o negación propiamente dicha es un motivo de lucha, un motivo para seguir adelante, aunque nunca se cumplan los objetivos idealistas del ser humano.
Partamos de este supuesto: Dios ha muerto, ¿ahora qué? Nietzsche plantea otro proyecto aún más idealista que el propio Cristianismo, pero además sin doctrina alguna que seguir, como si el ser humano, que no tiene suficiente con perseguir utopías estatales y sociales, ahora tiene que ponerse en la tediosa tarea de la autorrealización y la consecución del superhombre, que además está representado con la metáfora de un niño (suponemos no influenciado por la moral tradicional opresora).
Es importante aún hoy en día esto, ya que se ha destruido gran parte de la moral tradicional y se ha sustituido a Dios por ídolos materiales, desvirtuando por completo ese camino del hombre hacia el ‘no’ inalcanzable. Que el hombre es vitalismo puro, lo dionisíaco, ya lo sabíamos Nietzsche, únicamente hay que salir los viernes por la noche. Sin embargo, el pensamiento, al igual que la materia, ni se crea ni se destruye, evoluciona, y ninguna de sus teorías podría ser siquiera papel de no ser por elementos del lenguaje metafórico que usted tanto machacó, pero que tanto utilizó.
La utopía existe, es este mundo, todo él, el mejor de los posibles.
Esta utopía, sin embargo, como diría el agente Smith a Morfeo en The Matrix, está siendo destruida por la corrupción de los valores tradicionales del ser humano, es el propio hombre la causa de la futura distopía, de la futura destrucción del mundo. Sin embargo, Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard, Freud… creyeron que eran los propios valores establecidos el gran error. El pensamiento es un proceso que no debe ser alterado de raíz, porque la alternativa a la moral tradicional no se conoce. En la historia y en la ficción se han esbozado brevemente esos proyectos, y todos han sido un fracaso.
El egoísmo, retomando a Rousseau, es el cáncer de esta sociedad. Tenemos lo más parecido que existe a una utopía bajo nuestros pies, aprovechémosla, retomemos los valores tradicionales y llevemos una vida humilde y honrada. Sólo así conseguiremos una vida plena, algo mucho más simple, o no, que teorizar sobre posibles sistemas perfectos.

Bibliografía
·        Timeo, Platón
·        Critias, Platón
·        De civitate Dei, San Agustín de Hipona
·        Summa Theologiae, Santo Tomás de Aquino
·        Utopía, Tomás Moro
·        La ideología alemana, Karl Marx
           




[1] Zoon politikon será la definición que dará Aristóteles al hombre, entendido éste como ser social. Esta idea será retomada posteriormente por autores ilustrados como Rousseau: ‘el hombre es un ser social por naturaleza’.

[2] De civitate Dei es la obra más famosa de San Agustín de Hipona. En ella expone su tesis creacionista a partir de la Teoría del Ejemplarismo y la idea de la división histórica entre hombre terrenal y hombre espiritual.

[3] Las cinco vías de Santo Tomás, descritas en Summa Theologiae, son un intento de explicación racional de la existencia de Dios. Esta explicación se rige por las normas de la lógica aristotélica. A saber: movimiento, causa, contingencia, perfección y orden.
[4] Nombre completo en latín que recibe la obra comúnmente conocida como Utopía. Esta obra es una especie de ensayo socio-político revestido de novela en el que el lector va descubriendo, elemento a elemento, la organización del Estado ideal.

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