Pelayo
C. A.
Índice:
·
Etimología. De la Atlántida a
Aristóteles
·
El Estado ideal y los Doctores de la
Iglesia. San Agustín y Santo Tomás de Aquino
·
Utopía. Tomás Moro
·
Sistemas plebiscitarios. De Rousseau
a Marx. Nietzsche y el Irracionalismo
·
Conclusión y Valoraciones. La Utopía
utópica
·
Etimología. De la Atlántida a
Aristóteles
El término utopía nace de la pluma de Tomás Moro. Éste lo define a lo largo de
la obra que lleva el mismo nombre como un sistema perfecto de equilibrio social
y político creado por humanos y para humanos.
Aunque el término tenga connotaciones
positivas destinadas a la mejora de la sociedad, si atendemos a la etimología (nolugar), se trata de un
lugar inalcanzable, un Estado imposible, un ideal del todo irrealizable. Hoy en
día, cuando decimos que algo o alguien es utópico
nos referimos al significado puramente etimológico.
Aunque
el término es relativamente moderno, la idea del Estado ideal ha sido una
constante en la historia de la literatura y el pensamiento humano en su
conjunto.
Ya
nos hablaba Platón (427-347 a.C) en los diálogos de Timeo y Critias sobre la
Atlántida. La Atlántida era un Estado situado en medio del Mar Atlántico que
fue inundado posteriormente por las aguas del mismo. Independientemente de la
veracidad de los relatos de Platón, estos diálogos describen una sociedad ideal
cuya geografía, organización y gobierno son modelo a seguir para el filósofo.
Estas
obras pertenecen a la última época del autor, donde se preocupa más por la
cosmología y la historia, aunque nunca deja de lado el pensamiento político.
Este pensamiento se caracterizará en esencia por la división de la sociedad en
funciones a priori simplificadas: el pueblo como productor, el guerrero como
protector y el gobernante como eje central de administración y buen hacer.
Este
sistema se desarrollará positivamente si el eje central o gobierno reside en la
Aristocracia, entendida como el ‘gobierno de los mejores’, y no la degradación
posterior u Oligarquía.
Posteriormente,
Aristóteles (384-322 a.C) hablará por primera vez de Justicia Social. Ésta se
obtendrá con la consecución de la polis y el buen hacer del zoon politikon[1]. Sin
embargo, para este filósofo el mejor sistema es la Democracia ateniense,
siempre y cuando no degenere en una Demagogia.
En
definitiva, vemos como en la Antigüedad Clásica los filósofos ya ansiaban un
Estado ideal, cuya consecución y organización, aún teniendo puntos de vista
diferentes, tendría que ser obra del hombre.
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El Estado ideal y los Doctores de la
Iglesia. San Agustín y Santo Tomás de Aquino
Tras
la expansión del Cristianismo, las formas de idealización del Estado cambian,
ya que cambia también la concepción del mismo.
Será
San Agustín de Hipona (354-430) quien plantee el Estado (y también la historia)
como lucha, una lucha constante entre los que aman a Dios por encima de todo y
los que se aman a sí mismos por encima de Dios. No es casual que elija para
estos dos grupos los nombres de Ciudad de Dios y Ciudad Terrenal. A nivel de
lengua, vemos como la firma de Platón subyace en De civitate Dei[2],
ya que la virtud y el buen hacer humanos (partiendo del libre albedrío) son el
camino para llegar a Dios y para alcanzar el Estado ideal.
Algunos
siglos después, Santo Tomás de Aquino (1224-1274) enlazará la metafísica y la
política (y por ende la concepción del Estado ideal) de una manera magistral, a
través de la última y más importante de sus cinco vías[3].
Ésta parte del comportamiento ordenado de los seres naturales, estableciendo a
Dios como inteligencia ordenadora.
Esta
ordenación se llevará a cabo mediante la imposición de la ley eterna, que regula con la ley
física a los seres irracionales y con la ley natural a los hombres, posibilitando su libertad. Sin embargo, los preceptos de la ley natural
son demasiado generales y deben ser concretados mediante la ley positiva –las leyes que regulan una
sociedad-. La ley positiva debe ser una prolongación de la ley natural, si no
es así, existe el derecho a desobedecer.
En línea
con Aristóteles, para Santo Tomás las mejores formas de gobierno son: la
Monarquía, la Aristocracia y la Democracia, siempre que respeten la ley natural
al hacer sus leyes positivas.
Tanto con
San Agustín como con Santo Tomás vemos la continuación del proyecto
platónico-aristotélico de la consecución del Estado ideal, aunque desde un
punto de vista propio del Cristianismo, donde se ensalza la figura de Dios como
‘dador de leyes’, las cuales deben ser únicamente matizadas y respetadas por
los hombres.
·
Utopía. Tomás Moro
El término utopía, como decía al principio, nace de
la pluma del humanista Tomás Moro (1478-1535). Este mártir del Catolicismo
retomó el concepto de Estado ideal para luchar contra los desmanes y excesos de
Enrique VIII (lo cual le causó la muerte), además de para animar a los grupos
intelectuales humanistas que planteaban reformas políticas y sociales para la
mejora de la vida terrena.
Es
importante el contexto cultural, ya que es esta corriente del Humanismo la que
influye a Moro a la hora de plantear una obra mucho más práctica a nivel
político que la de San Agustín o Santo Tomás. El grueso de De optimo reipublicae statu, deque
nova insula Vtopiae[4]
tiene un carácter antropocéntrico y pragmático, retomando así la idea
aristotélica del hombre como fin en sí mismo, como único posible autor de ese
Estado ideal.
En esta obra se habla de
una república presidida por un príncipe intelectual, una educación basada en la
desafección por lo material y el gusto por lo cultural, y la idea del consenso
social y el no egoísmo. Sin embargo, y a pesar de la ‘perfección’ de la
República de Utopía, sus ciudadanos no pueden oponerse a la evangelización:
<<Sea como sea,
el caso es que muchos abrazaron la fe cristiana y recibieron las aguas del
Bautismo, no pudiendo hacer otra cosa porque de los cuatro que estábamos allí
ninguno era sacerdote>>
Entendemos
pues, que la consecución de la Utopía necesitará siempre de unos valores
católicos, ya que si no ésta puede desvirtuarse. Esta idea será reforzada por
manuscritos posteriores, en los que arremete directamente contra Enrique VIII en
defensa de la Iglesia de Roma.
Tomás Moro
es sin duda una síntesis de todo el idealismo político anterior, toma ideas
como el consenso democrático de Aristóteles a la par que el gobierno de
aristócratas de Platón. Vemos como ambas posturas no son del todo opuestas,
pues puede haber un consenso ciudadano y un gobernante filósofo que atienda con
prudencia y virtud las demandas del pueblo.
Por otra
parte, a pesar del punto de vista antropocéntrico, ensalzará la figura de Dios
como dador de sentido y moral a la vida. Aquí encontramos las ideas de libre
albedrío (San Agustín) y ley natural (Santo Tomás).
·
Sistemas plebiscitarios. De Rousseau
a Marx. Nietzsche y el Irracionalismo
En el
siglo XVIII, período histórico conocido como Ilustración o Siglo de las Luces,
el racionalismo vital, político y social será lo predominante. Montesquieu
ensalzará el valor de las leyes, Voltaire criticará a la Iglesia por su
degradación progresiva a lo largo de la historia y será Rousseau (1712-1778) el
que plantee de nuevo el Estado ideal mediante su obra El Contrato Social.
En
esta obra se establecerá una relación de proporcionalidad entre poder político,
la voluntad del sujeto colectivo (el ciudadano que busca el bien común por
encima de sus egoísmos personales) y la armonía de la libertad humana con los
dos elementos anteriores.
Será
ya en el siglo XIX cuando estos proyectos idealistas, donde incluimos también
la paz perpetua de Kant, fracasen.
Europa, tras el breve paréntesis de la Revolución francesa (1789), vuelve a los
absolutismos a pesar de las revoluciones venideras (Revolución de 1848).
Será
este racionalismo idealista fracasado el que lleve a los irracionalistas como Kierkegaard y Schopenhauer a cuestionarlo
todo. El nivel de este cuestionamiento alcanza su máximo con Nietzsche
(1844-1900).
La
obra de este filósofo, que anuncia la
muerte de Dios, no deja de ser el reflejo de una sociedad enferma y
agotada, que ya no tiene esperanza en alcanzar la Utopía de Moro. Para
Nietzsche, el hombre que ha esperado la consecución de algún proyecto idealista
es un hombre débil, pues se basa en la moral tradicional. Esta moral hace
incapaz al hombre de conseguir lo
inexistente, la utopía, pues es limitado por su propia forma de pensar y
por el conjunto de la sociedad.
Sin
embargo, su proyecto de superhombre es tan utópico como la propia Utopía, ya
que establecer un sistema de evolución humana sin especificar intervalos
temporales o procesos, salvo por metáforas que él mismo critica (camello, león
y niño), no deja de ser un idealismo irracionalista, pero un idealismo al fin y
al cabo.
Esta
lucha contra lo establecido será llevada a nivel económico y político por Karl
Marx (1818-1883). Su crítica a la Superestructura capitalista le llevará a
plantear un proyecto, por qué no decirlo, de carácter utópico. Este proyecto se
asentará en el principio de Justicia Distributiva (modelo social comunista),
aunque a la larga, la no competitividad a nivel económico e intelectual y la eliminación
del elemento Dios (idealista pero necesario, como diría Hume), producen una distopía o negación de la utopía. Esta
idea será tratada por George Orwell en la novela 1984.
·
Conclusión y Valoraciones. La Utopía
utópica
El
Estado ideal, la Utopía, lo inalcanzable…muchos son los sustantivos y adjetivos
que hacen referencia a una misma idea, la limitación del ser humano. El ser
humano quiere alcanzar un ‘no’ inalcanzable.
El no en sí es una negación, la nada. Cualquier persona racional no
perseguiría un no por su carácter inaccesible, y sin embargo los mejores
pensadores del mundo lo han hecho. ¿Por qué? ¿Irracionalismo?
La no
consecución de una aparente negación o negación propiamente dicha es un motivo
de lucha, un motivo para seguir adelante, aunque nunca se cumplan los objetivos
idealistas del ser humano.
Partamos
de este supuesto: Dios ha muerto, ¿ahora qué? Nietzsche plantea otro proyecto
aún más idealista que el propio Cristianismo, pero además sin doctrina alguna
que seguir, como si el ser humano, que no tiene suficiente con perseguir
utopías estatales y sociales, ahora tiene que ponerse en la tediosa tarea de la
autorrealización y la consecución del superhombre, que además está representado
con la metáfora de un niño (suponemos no influenciado por la moral tradicional
opresora).
Es
importante aún hoy en día esto, ya que se ha destruido gran parte de la moral
tradicional y se ha sustituido a Dios por ídolos materiales, desvirtuando por
completo ese camino del hombre hacia el ‘no’ inalcanzable. Que el hombre es
vitalismo puro, lo dionisíaco, ya lo sabíamos Nietzsche, únicamente hay que salir
los viernes por la noche. Sin embargo, el pensamiento, al igual que la materia,
ni se crea ni se destruye, evoluciona, y ninguna de sus teorías podría ser
siquiera papel de no ser por elementos del lenguaje metafórico que usted tanto
machacó, pero que tanto utilizó.
La
utopía existe, es este mundo, todo él, el mejor de los posibles.
Esta
utopía, sin embargo, como diría el agente Smith a Morfeo en The Matrix, está siendo destruida por la
corrupción de los valores tradicionales del ser humano, es el propio hombre la
causa de la futura distopía, de la futura destrucción del mundo. Sin embargo,
Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard, Freud… creyeron que eran los propios
valores establecidos el gran error. El pensamiento es un proceso que no debe
ser alterado de raíz, porque la alternativa a la moral tradicional no se conoce.
En la historia y en la ficción se han esbozado brevemente esos proyectos, y
todos han sido un fracaso.
El
egoísmo, retomando a Rousseau, es el cáncer de esta sociedad. Tenemos lo más
parecido que existe a una utopía bajo nuestros pies, aprovechémosla, retomemos
los valores tradicionales y llevemos una vida humilde y honrada. Sólo así
conseguiremos una vida plena, algo mucho más simple, o no, que teorizar sobre
posibles sistemas perfectos.
Bibliografía
·
Timeo, Platón
·
Critias, Platón
·
De civitate Dei, San Agustín de Hipona
·
Summa Theologiae, Santo Tomás de Aquino
·
Utopía, Tomás Moro
·
La ideología alemana, Karl Marx
[1]
Zoon politikon será
la definición que dará Aristóteles al hombre, entendido éste como ser social.
Esta idea será retomada posteriormente por autores ilustrados como Rousseau:
‘el hombre es un ser social por naturaleza’.
[2] De civitate Dei es la obra más famosa de
San Agustín de Hipona. En ella expone su tesis creacionista a partir de la
Teoría del Ejemplarismo y la idea de la división histórica entre hombre
terrenal y hombre espiritual.
[3] Las
cinco vías de Santo Tomás, descritas en Summa
Theologiae, son un intento de explicación racional de la existencia de
Dios. Esta explicación se rige por las normas de la lógica aristotélica. A
saber: movimiento, causa, contingencia, perfección y orden.
[4] Nombre completo en latín que
recibe la obra comúnmente conocida como Utopía.
Esta obra es una especie de ensayo socio-político revestido de novela en el que
el lector va descubriendo, elemento a elemento, la organización del Estado
ideal.
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